domingo, 26 de julio de 2009

Del desesperado deseo de morir




Cuando el hombre se vuelve el demonio de sí mismo, no lo hace por deseo propio, sino por la necesidad que tiene de sacar de sus propias entrañas ese espíritu salvaje y humano, esos vicios que ha tenido desde siempre y otras tantas cosas que lo llevan a los limites de su propia razón.

De nosotros los humanos como especie dominante sobre las demás se ha dicho mucho, o más bien nosotros hemos dicho mucho sobre nosotros mismos. Pero ¿somos nosotros realmente una especie dominante? O solo somos una de tantas especies... eso nos hace pensar que si la evolución lleva a una especie e ser mejor quizás con nosotros (los humanos) esa ley no aplicase.

sábado, 18 de julio de 2009

Lo hacemos aqui? Claro!




Cuando fue que el ser humano perdio esa espontaneidad de hacerlo sin inhibiciones y sin miedos?

domingo, 12 de julio de 2009

El valor de la muerte





Cuánto darías por mi vida, por lo que me queda?
¿Te quedarías aquí si tuvieras que llorar?
¡Anda di que sí!


¡Sabes hoy mi madre me lleno de besos y me llevo a visitar sus muertos, me enseño las tumbas de los olvidados, de los que no tienen flores!
¡Pero eran tumbas, tumbas al fin, tan frías como las de todos, como las que tenían flores!
¡Yo aun no entiendo eso de la muerte, creo que solo es ausencia, es partir a la nada de la razón!

¿Que es morirse?
¿Duele?
¿Cuándo moriré?


Mejor me olvido de eso y paso a vivir, paso a pasar por esta vida sin llorar.
Madre. ¡No llores! ¡Mas tus tumbas entre las luces, porque solo son el pasado de la muerte, porque solo son los recuerdos vagos de algunas vidas pasadas que ya escaparon de ti!

¡Recuerdo las mañanas de domingo en casa de mi abuela, era el único día que podía verla darles alpiste y plátanos podridos a los mas de veinte pajaritos que tenia en el traspatio! ¡Entre tantos cantos era como estar en los campos, como sentirse libre! Mi favorito era un canario pequeñito (azul) que trinaba como eterno, es decir a toda hora.

Luego cuando llegaba la matinée de domingo o los paseos por los parques de la ciudad reía, solo reía porque eran el mítico canto del merolico, el organillero y el mimo al que tanto admiraba y aun admiro puesto que es mágico ver como se ríe hasta de su propia sonrisa, de su cara triste y maquillada de dolor y miedo.

Creo que lo que más recuerdo de mis días de infancia es eso, el mimo en la eterna parodia de una mentira imaginada a la perfección.

¡Y sí! Aun ahora quisiera tener la habilidad de los mimos, sus gestos de dolor, de alegría, de odio y de amor a la vez, todo en un mismo momento Esa capacidad de asimilación en todo. Para poder reírme de lo estúpido que algunas veces suelo ser con la vida.

¡Puesto creo que así tendría la capacidad de saber cual es el valor de la muerte con la que sueño jugar en cada acto de mis días de vida!

sábado, 4 de julio de 2009

El balcon de la luna




¿Que hago aquí?

Descalzo y desnudo.
Mira Madre, tus consejos van y están de mas y no van a ninguna parte.
Yo vivo aquí, siempre he vivido aquí.
Y aunque aquí el tiempo y la comida no sean eternos, nuestra sangre siempre será la misma, y nuestros amores siempre serán tan inocentes que darán risa.
Debemos distinguir el pan de la sal, debemos esconder las mentiras y robar perdones en ventanas rotas.
Pero las tormentas nos hicieron escapar de ese mundo mágico.
Pero las noches eran iguales.
El café estaba caliente.
La vida era mejor.
Los dolores no-se sentían.
Ni los años. Estos solo pasan sobre la piel.
Corazones de cristal. Tus ojos, tus cabellos, tus amores y la paz, todos bailan la danza de la vida.
Nos quedamos a esperar ver pasar las luces, a ver nacer el sol. Pero vimos soldados pasar con las armas listas, afiladas y con ganas de matar.
Pero aquí no pasa nada, solo los vientos cambian de rumbo en invierno.
¿Cómo vas a cambiar tu vida?
¡Sí nunca as amado! Y tu sentir esta vació.
Mis deseos y miedos son los mismos de ayer pero voy a enterrarlos en tus senos.
Hoy los tragos son más amargos y nos vuelven a recordar la vida en un suspiro que nos hiere y nos deja prisioneros de la fuerza del amor.
Pero un día encontraremos otras vidas en el mar y nuestros huesos y nuestra voz serán lo mismo que en el pasado que vivimos.
No me cuentes tus pecados.
No quieras pedir perdón.
Mejor sécate las lagrimas.
Y quédate a cenar.

¿Que buscamos, que tenemos? ¿Dónde vamos a vivir? Si solo tus labios saben lo que hay en mi corazón.
Los olvidos otros tiempos y algunos sueños los dejaremos bajo este sol.
Empezamos a ver miedos pues no había nada mas que hacer e inventamos mentiras para aprender a llorar. Que más que nuestra sangre, que más que nuestro amor, todos los tiempos, todas las vidas, muchas muertes y un dolor el mismo de ayer.
No podemos con amor espantar la soledad, ni dibujar besos en la arena.
Los inviernos ayudan a marcar el camino que lleva a la muerte y serán otros dioses los que por muchos años mas vendrán a buscar las primaveras aquí, en este mundo de locos.

Entre flores y santuarios otros días llenos de luz dicen de rostros ocultos, dicen de la soledad. Otros indios y los caminos desde la orilla del mar hasta la madrugada. Otras sangres otras vidas y palomas de la paz.
Las rosas y las mentiras hoy ya no saben que hacer, viven en los corazones y no tienen compasión, solo quítate la ropa, lo demás esta de mas y no importa ya.
La unión de vino y besos era un vaso negro y vació. Nunca supe que paso, fue un momento en el olvido o fue la vida en un rincón.
Pero calla, calla.
Hay que quedarnos aquí.
Desnudos y descalzos.
En el balcón de la luna.